Un poeta triste crea versos hermosos,
pero tu rostro triste silencia poetas.
Poetas que gritan en silencio:
Devuélvenos lo que es nuestro.
"Bienvenido a mi casa. Entre libremente por su propia voluntad. Deje parte de la felicidad que trae."
Un poeta triste crea versos hermosos,
pero tu rostro triste silencia poetas.
Poetas que gritan en silencio:
Devuélvenos lo que es nuestro.
Cuenta desde que me sueltas, desde que colgamos al teléfono, desde tu último mensaje, desde la puerta del tren que se cierra, desde que bajas del coche, desde que empiezas tu reunión.
Un año en el que todas las estaciones son invierno.
Avisadme cuando una inteligencia artificial sepa transmitir lo que se siente al ver su percha vacía en el armario.
Hasta entonces, poesía.
La distancia más corta es el alma misma.
Y luego esa poesía infinita en forma de silencios con manos entrelazadas, de paseos de lluvia con destinos frente al mar, de desayunos tranquilos con sabor a espero verte al final del día, de esperas nerviosas, de teléfonos en modo ansiedad, de rivalidad en los besos, del no hacer nada y serlo todo.
Resulta enormemente contradictorio que, estando como estás en todas partes, te eche tanto de menos.
Entre lo siento y te siento hay un abismo de felicidad.
Un mal día no debería durar más que un buen beso.
El tiempo se equivoca siempre en el reparto.
Empezar es un verbo que necesita que algo lo conjugue.
Ese algo es lágrima, beso, sonrisa, grito, mirada, desgarro, abrazo… mas nunca silencio.
El silencio es un infinito infinitivo.
Amar nunca es ser mejor que el otro. Es darse cuenta de que el otro te hace mejor a ti mismo.