No entras en el espacio reservado,
no en el acotado para estos propósitos.
Este espacio, ahora virgen,
espera nuevas tierras, nuevas aguas,
de lluvias voraces, diluvios quizá.
Porque este espacio es mío
tan mío que hay para todos, menos para ti.
Pero tú no entras, no cabes, ni de lado,
aunque sea el bueno, ese que conozco,
ese ya lo tengo acotado, medido, bien delimitado
con los entresijos de los hierros, fundidos
con el calor frío del que arrastra sin moverse de su sitio,
del que mueve sin ser movido: y a nadie
conmueve ya.
Y por el miedo a la intrusión del no invitado
a la debilidad del que desespera
o la absurda realidad de lo que nadie explica
lanzo la llave al mar, al inmenso océano
que me la devolverá cuando tenga que ser
en forma de lluvia voraz,
diluvio quizá.