Son malos tiempos para soñar

– Buenos días
– Buenos días, usted dirá
– Vengo a pedir una hipoteca
– Pues está la cosa…
– Ya, quiero hipotecar un sueño
– Como todo el mundo
– Pero verá, es que yo creo que aun no han perdido valor
– Ya, ya, eso dicen todos, mire usted.
– Déjeme explicarle
– Antes de que siga, mire usted, déjeme explicarle primero a mí. Antes sí, antes sí que eran buenos tiempos, todo el mundo tenía alguno, grande o pequeño, pero lo tenía, mire usted. Pero ahora… ahora hay demasiados sueños sin cumplir, que sí, que no digo yo que no valgan, pero me dirá dónde metemos los sueños sin cumplir. Algunos… pues bueno, tienen algo que rascar, pero la mayoría, mire usted, ya no valen ni para ilusionarse un poco.
– … bueno, el mío…
– No he terminado. ¿Y todos esos sueños que están vacíos, abandonados? O aun peor, ya me dirá qué quiere que hagamos aquí con los que se han ocupado, sí, ocupados por personas que no han dormido en su vida y que por la cara bonita se los han quedado, y no me hable usted de la ley, mire usted, que primero hay que demostrar que el sueño fue una vez de alguien, y luego está el despertarles. ¿Ha visto alguna vez cómo es eso? Pues se lo diré yo, muy desagradable, mire usted, que hay que darle mucho a la realidad para que sirva de algo. La gente ya no sabe qué hacer, ahora se está poniendo de moda compartirlos, como si con eso se arreglara el asunto, pues no, mire usted, porque al final ni es de unos ni de otros, y luego viene que si no era lo que habíamos soñado, que si yo creía que era otra cosa… pues no, señores, si se tiene un sueño pues se tiene y punto, y si tienes que renunciar a otras cosas, pues renuncias, pero claro, hoy en día nadie quiere soñar así, lo quieren cumplido, ¿se imagina? ¿Se imagina a nuestros padres cumpliendo sus sueños? Pues no, ahí están los pobres ahora, dejándose el alma para que sus hijos tengan los sueños que no tuvieron, mire usted.
– Entonces… está la cosa mal.
– ¿Mal? No mal, muy mal, que lo que ha habido aquí es mucho especulador, llenando las cabezas de falsos sueños… que no eran ná, mire usted, puro humo. Pero cuando las cosas pintan mal, ya sabe, la gente se agarra a cualquier cosa, aun sin convicción. Ya nada es lo que era, como cuando los sueños se trabajaban con las manos, con el sudor de la frente. Y hasta que no se conseguía pues dale, erre que erre, que no había jornal suficiente, mire usted. Eso sí. Daba igual que fuera pequeñito y con poca luz, tenía usted que ver la cara de satisfacción que daba un sueño cumplido.
– Puedo presentar otro sueño como aval…
– Que no se entera, mire usted. Que lo que nos sobran son sueños, que no sabemos qué hacer con ellos, que se lo he dicho ya, que ahora lo que queremos es quitárnoslos de encima, que lo único que nos hacen es perder tiempo y mucho dolor de cabeza, que ni descansar podemos, oiga. Ayer sin ir más lejos me dejaron otro, lo tengo en el cajón ¿quiere verlo?
– No, deje, me lo creo.
– Para otras cosas puede que no tanto, pero son malos tiempos para soñar, mire usted
– Lo son, ya veo.

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