A las nueve y cinco llego al restaurante, tengo una mesa para uno perfectamente colocada. Ella ha colocado los cubiertos de tal forma que cuando me siento me quedo mirando la ventana, el monte, la calle. Pienso que lo ha hecho para que no me sienta solo cenando. Incluyo en mi propina el deseo de que ella no tenga que cenar sola si no es porque quiere