«Le he preguntado a mi sombra»

Para N.

Y quizá no le ha gustado lo que ha visto, porque la era sigue pariendo corazones, nunca ha dejado de hacerlo, a mi alrededor, sin poder más, y le duele la tierra, el barro, le duele el aire que es difícil de respirar, le duele lo que no debería suceder y sucede, la era está gritando en cada calle que no se recorre y se queda sin luz, sin motivos. Grita por los que no tienen voz, por los que no pueden, por los que ni siquiera saben de la lucha en los campos de cristales y moqueta.

Y el cielo debe quemarse, si es preciso, porque al final de este viaje lo que queda es lo que eres, lo que pensabas que eras, lo que quisiste ser, en la plaza, en las tertulias y en los cafés de un barrio que no te reconoce porque te desdibuja un momento vital sin trazas posibles.

No quiero quedar bien cuando canto, de lo posible no se sabe siquiera demasiado y de lo imposible te alejan bandos y propuestas vacías, en medio de aplausos contractuales, yugos del presente.

Debo dejar la casa y el sillón, no sin antes gastar la munición que quede por los que no la tienen, por los que no pueden, por los que lo merecen.

La guerra sigue siendo la paz del futuro.

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