Mecer por esa canción que traidoramente te arranca una sonrisa desde el pasado.
Estribillos que fueron. Nostalgias que son.
"Bienvenido a mi casa. Entre libremente por su propia voluntad. Deje parte de la felicidad que trae."
Mecer por esa canción que traidoramente te arranca una sonrisa desde el pasado.
Estribillos que fueron. Nostalgias que son.
La sencilla pero inevitable mirada que te delata. La mano que acercas sigilosa. Cambio de postura forzado. Inocente suspiro. Nervios. Espera. Aguanta. Espera. Cruce de respiraciones. Contacto visual.
A partir de ahí, es cosa vuestra.
El no querer nada más debería ser la señal de que has llegado.
El amor llama.
Y te pilla con la línea ocupada.
Y ves la llamada perdida.
Pero no reconoces y mejor no.
Y te deja un mensaje.
Y no tienes tiempo para oírlo.
Y vuelve a llamarte
Y estás fuera de cobertura en tu vida.
No merece el mundo que pienses que no eres tan hermosa. No merece el mundo que no te quieras. No merece el mundo que cierres los ojos frente al espejo. No merece el mundo siquiera la duda.
Porque tu duda es la noche de un día al que le faltó lo mejor.
Hoy a las tres serás tú
Rimarte es blasfemarle al dios del verso
Nunca sabrás lo que no te diré. Y en este punto de la narrativa ya no sé si soy un héroe cobarde o un valiente sin iniciativa.
Solamente espero que no necesites que te lo diga para que lo sepas. Y en este punto de la narrativa imagina los versos que no te he escrito hoy.
Ciego de tu sonrisa.
Nadie ama como tú. Nadie es amado como tú. Es lo terriblemente inequívoco y único de ser como eres.
Busca un nosotros inequívoca y terriblemente único. Y amaos como nadie.
Y qué si no eres. Y qué si te ocultas. Y qué si no llegas. Y qué sin mensajes. Y qué si el silencio. Y qué si la nada.
No quiero plan b.