Disimilitud

Los días normales en los que no estás tienen ese tedio de la rutina, lentos y sin sabor. El tiempo sencillamente pasa sin ofrecerte esperanza. Todo es recorrido hasta el día siguiente.

Los días normales contigo suceden entre la sorpresa de un beso y la adorable rutina de un sofá compartido. El tiempo vuela inexorable sin remedio y todo es esfuerzo por detenerlo.

Érase una vez

Me gustas en tus mil formas y acepciones. Pero sobre todo cuando eres compañera de rutinas y de días mediocres, de lluvias, de momentos en los que hay que detenerse a equilibrar. Me gustas compañera de hombro en el que descansar batallas inanes, reposo del guerrero sin victoria y desarmado, abrazo en el invierno de los espacios vacíos. Me gustas compañera en los cualquiera, en los algunos y en todos los indefinidos de la vida. Me gustas en mil formas y acepciones pero especialmente en la más difícil de ellas, compañera, la que no deslumbra en los cuentos de princesas ni protagoniza érase una vez. Pero la que está, siempre, en los a pesar de.

Oración al desamor

Que tu miedo no sea el censor de la felicidad, que tus lágrimas no borren los recuerdos hermosos, que tu culpa no prevalezca en la derrota, que el silencio no sea una alternativa impuesta, que la soledad te elija, como tú a ella, que desees siempre lo mejor a quien no lo pudo ser, que el reencuentro futuro os de la razón en la mirada sin palabras.

Amén.

Cicatrices

Las hay de recuerdos dolorosos, de batallas vencidas, de guerras que no debiste empezar. Las hay también de lugares donde no tenías que meterte y lo hiciste. Las hay que son arañazos que no recuerdas cómo sucedieron. Otras, sin embargo, dejan la huella imborrable del dolor.

Y las hay del amor, ay, esas…

… esas se quedan para recordarte siempre quien fuiste. Y la promesa de que sabrás aprender de ellas, porque tu corazón no aguanta muchas más suturas.

Y daba igual

Y daban igual las cortinas cerradas, las sillas alrededor, las mesas con recuerdos de banquete y platos de postre a medio terminar, los restos de cotillón en el suelo, la sensación pegajosa de los zapatos en el suelo, la bombilla de aquella lámpara que, intermitente, avisaba de una muerte pronta, la pareja de niños jugando bajo la mesa con objetos indefinidos, el anciano dormido sobre su cuello torcido en la mesa de copas, que duermen igualmente sobre un charco de vino, la camarera agotada con ya poco decoro en el apilar sin ganas los platos en la bandeja, chaquetas en sillas que ya no son de nadie. Madrugada de prórroga.

Daba todo igual, porque bailábamos solos bajo la esfera de cristales la canción de nuestra inmortalidad.

De qué va esto

No trata de paseos a la luz de la luna o de hojas cayendo en el parque. No va de besos bajo la lluvia o de despedidas en la estación.

Va de vencer al lunes por la tarde, esperar en la cola del supermercado, ver el canal que no te gusta, esperar para cenar juntos o aceptar que otra vez cuesta llegar a fin de mes.

Va de hacer de la realidad la lluvia, la luna, las hojas y la estación.

Noche insomne

Para ti es la noche, es un simple irte a dormir. Para mí es el espacio cielo donde querría estar.

En tus sueños. En tu cama. En tu descanso. En tu día después. En tu día antes.

Para ti es la noche. Para mí es el insomnio.

Amor en fase cero.

Esa historia de amor que se escribe ahora con viajes en metro, vacío de ti. Esa que nunca llega a sonar como las canciones traidoras que sí te asaltan en medio del paseo. Esa que son sonrisas en miradas bajo mascarillas de lamento de por qué no lo hice antes. Esa que es siempre sobre la cama dormida y nunca llega al sofá de la tarde. Esa que nunca guardó tu teléfono. Esa que tuviste a un poema por lograr y se quedó en proclama. Esa que de tan impaciente se imposibilita. Esa en paréntesis sin visos de cerrarse nunca un sábado. Esa con espacios eternos de noticias que la desfasan. Cada día que pasa nos aleja de tocarnos, siquiera conocernos, siquiera ser.

Los siperonoes

Un día dejaste de pensar en ella. Ya no creías que el mundo se construyó según caminaba, un día dejaste de profesar el mandamiento de sus diez locuras; renunciaste entonces a encontrarte en su espejo, se te olvidó su todo, ya no alimentaste ninguno de sus caprichos y no volviste a recordar sus modos de hacerte esperar cuando llegaba tarde. Un día dejaste de entender vuestro lenguaje, o, aun peor, necesitaste un traductor; aquel día la besaste y dios no necesitó después un día para descansar. Vuestra canción se hizo de todos o de nadie, los versos necesitaron desde entonces la rima consonante en los pares y vuestra ciudad se llenó de turistas; ese día dejaste de construir catedrales con sus caricias, y no pudiste ya escribir una enciclopedia con sus palabras. Su nombre ya no fue tu Quijote ni su cuerpo tu Biblia.

Ese día fue de noche, pudiste dormir sin soñar, supiste lo que es mucho, pero nunca volviste a conocer lo que es todo, te mojaste sin empaparte, caminaste sin volver a pasear, a paso firme pero sin nunca dar un salto; ese día dijiste con seguridad lo que no eres, sin saber ya lo que eres, a partir de ese día reíste con motivos pero nunca volviste a sonreír sin motivo, y te pusiste triste, pero sin poder derramar una lágrima. Desde aquel día tus besos son de fogueo y tu cinturón un salvavidas. Ese día te convertiste en un siperono. Uno de tantos.

«Le he preguntado a mi sombra»

Para N.

Y quizá no le ha gustado lo que ha visto, porque la era sigue pariendo corazones, nunca ha dejado de hacerlo, a mi alrededor, sin poder más, y le duele la tierra, el barro, le duele el aire que es difícil de respirar, le duele lo que no debería suceder y sucede, la era está gritando en cada calle que no se recorre y se queda sin luz, sin motivos. Grita por los que no tienen voz, por los que no pueden, por los que ni siquiera saben de la lucha en los campos de cristales y moqueta.

Y el cielo debe quemarse, si es preciso, porque al final de este viaje lo que queda es lo que eres, lo que pensabas que eras, lo que quisiste ser, en la plaza, en las tertulias y en los cafés de un barrio que no te reconoce porque te desdibuja un momento vital sin trazas posibles.

No quiero quedar bien cuando canto, de lo posible no se sabe siquiera demasiado y de lo imposible te alejan bandos y propuestas vacías, en medio de aplausos contractuales, yugos del presente.

Debo dejar la casa y el sillón, no sin antes gastar la munición que quede por los que no la tienen, por los que no pueden, por los que lo merecen.

La guerra sigue siendo la paz del futuro.