La vida en diez maletas

Tu primera maleta no la escoges, ni siquiera te das cuenta de que existe. Se la llevan tus padres contigo a casa desde el hospital y se compone de regalos promocionales de fabricantes de productos infantiles, que si toallitas, que si pañales, vamos, que tu primera maleta es algo así como un muestrario comercial de venta por catálogo.

Tu segunda maleta no la haces tú, la hace tu madre y va llena de preocupaciones, que si va a estar bien, que si no es demasiado pronto, que si va a hacer frío por las noches, que si mujer que va a estar muy bien, ya me hubiera gustado a mí a su edad irme de excursión con el cole. En el bolsillo del fondo guardas las golosinas que están prohibidas con la motivación del que empieza a ser mayor para desobedecer.

Tu tercera maleta es un desastre, porque la haces tú, es la ausencia de simetría y sentido común. La única diferencia con la que vuelve es que la segunda está llena de barro y manchas de las copas que te has tomado con los amigotes en la playa, quizá en el monte, y está llena de ilusiones, canciones, chistes de intelectualidad inexistente y promesas resacosas por no cumplir. En el bolsillo del fondo la botella que te ha tocado llevar en el reparto que os habéis hecho en el súper del barrio por la tarde.

Tu cuarta maleta es una mochila mentirosa, disfrazada de noche de estudio para el complicado examen de mañana, está llena de nervios, ansiedad y meses, años quizá, de prácticas individuales de sexo y muchas, muchísimas dudas de si lo que te han contado es verdad, aderezadas con lamentables comparativas con los protagonistas de las películas que te han enseñado lo que jamás te contarán tus padres. En el bolsillo del fondo preservativos llenos de preguntas y caducidad dudosa.

Tu quinta maleta es grande, te lleva a un piso compartido, quizá cerca de la facultad, quizá en otra ciudad, a veces incluso es emigrante a países con lenguas que aprender. Es una maleta que haces con la emoción del que intuye que volverá otra persona distinta a la que se ha ido. En el bolsillo del fondo ese libro que imaginas te acompañará siempre que viajes.

Tu sexta maleta está llena de vértigos, de sueños, de deseos, y en ella llevas todo lo que tienes, todo lo que eres y todo lo que quieres ser, lleva la etiqueta de un viaje de novios inolvidable, de una decisión tomada y sabe a vino y rosas. En el bolsillo del fondo va tu alma doblada, abrazada a cuatro manos.

Tu séptima maleta no se cierra bien, porque la estás haciendo sin mirar, la ropa no se coloca, se arroja, y una de las perneras de un vaquero para el que ya no tienes edad y te aprieta la cintura sobresale por la derecha. Es una maleta tan triste que ni siquiera te importa lo que lleva, porque lo único que queda es el vacío de la desilusión o el desengaño, quizá el de la desesperación. Todo lo que metes en ella irá desapareciendo porque huele demasiado a recuerdos dolorosos. En el bolsillo del fondo los fantasmas que aparecerán meses después, años quizá, en medio del pasillo o un cajón.

Tu octava maleta está perfectamente doblada, con la serenidad del todo pasó y la certeza de la vida continúa. Sabes lo que llevar en ella y lo que dejar atrás, has aprendido, por fin, a cargar solo con lo necesario. Sabe a paz y a reconstrucción, sabe a puente, a camino, a horizonte. En el bolsillo del fondo el libro aquel que siempre te acompañaba en los viajes. Nunca llegarás a comprender por qué dejaste de leerlo ni cómo fuiste capaz de abandonarlo en una estantería. Le pides perdón con lecturas sosegadas.

Tu novena maleta es el resultado de saber seleccionar lo bueno de las anteriores. Lleva las golosinas que te recuerdan cuando eras niño y te siguen encantando, manchas de alcohol y fiestas de tu etapa de recomposición, mucho deseo madurado con las respuestas que te ha ido dando la vida, la ilusión del que sabe que volverá a ser distinto pero con la experiencia del que conoce lo que no quiere cambiar, un vino con el sabor de los años, y la sonrisa de otro beso que ha vuelto a ser el primero. En el bolsillo del fondo, junto al libro, tu alma desdoblada porque un alma no se debe doblar.

Tu décima maleta es, ciclo de la vida, como la primera: no la escoges, ni siquiera te das cuenta de que existe porque, sencillamente, vas dentro de ella. En el bolsillo del fondo tu apuesta por la vida eterna.

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