El amor es el gran “hazlo tú mismo” de la humanidad. Tienes un objetivo claro, tienes en tu cabeza el diseño perfecto, el ideal, lo que quieres conseguir. Sabes qué te hará feliz, tal y como lo sueñas, encajarán todos sus lados con los que tú tienes, ni más ni menos: el espacio que necesitas llenar.
Antes de empezar haces un boceto, tirando líneas con forma de expectativa, con la escuadra y el cartabón del que lee poesía o cuentos de final feliz. Y viva el Principito, la boa y su rosa. Los papeles, como los sueños, lo aguantan todo. Ahí está: tu plano, al milímetro. Eres el mejor, qué pena, qué desperdicio, cómo no se me había ocurrido antes, si es que lo tenía que haber hecho tiempo atrás. Tantos años solo. Nunca es tarde. Vamos a ello.
Vas a por los materiales para tu sueño… y empiezan las dudas. Que si mejor con formas pronunciadas, que si mejor con líneas rectas, que es lo que se lleva. A ti siempre te han gustado con curvas, pero las tendencias… ay. Sigues buscando por los pasillos de esa gran tienda que es el mundo y sin comerlo ni beberlo te asaltan esos grandes vendedores que son los amigos. Que lo mejor es que sea duradera, fiable, aunque no tan decorativa, que ya sabes lo que pasa con las cosas que de tan bonitas no hay quien las use, que lo hermoso se rompe antes, que mejor busca alguna que sea para siempre. Que no, que lo mejor es que te guste, aunque dure poco, que cada día que la mires será como el primero, que todo el mundo te envidiará, total, cada temporada renuevas y ya está… Tú eres más de los prácticos, que ya lo dice la canción: “la más guapa y la menos buena”, pero claro, los sentidos son los sentidos… ay. Te armas de valor y llenas el carro de tus brazos con lo que crees que construirá tu mundo perfecto. Vamos. Campeón. Te va a quedar sublime. Y viva Disney.
Y empiezas a construir, día a día, elemento a elemento, pieza a pieza, el paraíso soñado. Vaya: la esquina se sale un poco, bueno, casi no se nota. Vaya, esta pieza no encaja, espera, quizá apretando, no, cómo que no, apretando un poco más, será posible, no va a poder conmigo, un poco mas… Vaya: un enorme agujero en tus sueños. No pasa nada, lo tapamos y nadie se da cuenta, total es cuestión de que no miren cuando vengan a casa a cenar. Vaya: con el peso se está doblando por allí… un poco de contrapeso y ya está, aguantará unos años más, Vaya: se ha hecho una grieta, creo que hay una masilla para eso, a tapar, a tapar, lo importante es que no se note, y no ponemos peso ahí y ya está (recuerdas que optaste por lo práctico, que ya no lo es, y te preguntas si es hora de ver las novedades de la temporada, pero no: es tu sueño, lo has hecho tú y lucharás hasta el final). Vaya: se está cuarteando, habrá que dar otra mano, decapar, reconstruir, cirugía, lo que sea. No te hablaron del mantenimiento, qué cabrones. Y ya no se puede devolver, es lo que tienen los sueños, que vienen sin garantía de devolución.
Y de pronto, un día, sin darte cuenta, vas a casa de un amigo, ese amigo snob que siempre está a la última, y te enseña su sueño prefabricado en serie, que le instalaron los de la agencia matrimonial, a medida, según el formulario. Es perfecta, no cabe duda, elegante pero discreta, con un punto clásico sin obviar lo moderno. Materiales de calidad, sin esquinas, sin rotos, sin decapados. Y es … tan artificial.
Y corres a casa, y abrazas cada una de las piezas destartaladas de tu sueño, y besas sus esquinas torcidas, besas sus grietas y le quitas el peso y le quitas el contrapeso, le quitas todo lo que pusiste con los años de rutina, y lloras de alegría, y relees el boceto con rimas que guardas bajo llave desde que lo dibujaste. Y le pides perdón por olvidar que el amor es como el bricolaje, nos da igual si queda perfecto o como lo planeaste, si es tendencia o sale en un catálogo: lo importante es que es tuyo, que lo hiciste, día a día, elemento a elemento, pieza a pieza y por eso no hay ni habrá nunca otro igual en el mundo. Y viva Neruda y su canción desesperada.